14 de noviembre de 2011

EL GRAN GANADOR


Sin duda Márquez fue superior en toda la pelea, demostró gran técnica y el excelente entrenamiento que realizó así como de quienes lo trabajaron quedó de manifiesto en el ring. Por otro lado, igual y son figuraciones mías, la actitud de Pacquiao fue somera, casi de indiferencia (¿cómo podrá uno ser indiferente ante tantos millones?) e incluso me atrevo a decir burlón, entre risitas antes y después de la pelea.  Un Pacquiao que no sé si no pudo o no quiso pelear, esquivo… me cuesta trabajo creer que a alguien de ese nivel se le salga el protector bucal con un golpe de rutina (mismo que a mi sin duda me noquearía) en los últimos momentos del último round ¿hacer tiempo?  

¿Quiso Pacquiao contar un secreto a voces, cuando al final de la pelea se retiro cabizbajo mientras Márquez alzaba las manos? ¿Ya sabía él el resultado y quiso evidenciarlo? Lo que sí es que la cara de ¿sorpresa? de su esposa contrastó brutalmente con la suya de “ya lo sabía” cuando anunciaban al ganador. De los rituales del filipino ya ni hablar, él sabrá si fueron para agradecer o para pedir perdón. 

El caso es que una vez más el gran y único ganador es el de siempre: el dinero. “el único Dios verdadero” diría Don Sabina.

Primero, la belleza histórica del box, donde la clase alta contempla, en vivo y  alegremente (o en tv de paga) cómo dos sujetos, quienes normalmente, provienen de la clase social más baja se rompen todititita la madre, hasta casi matarse y si hay tal desenlace ¿mejor?, pues si no dan “todo” no valen la pena. Medio de circo romano el asunto.

Segundo, donde todos nosotros, pobres mortales, vemos la ansiada y tan anunciada pelea en televisación abierta. Una tv que nos ha saturado de comerciales y spots parta hacernos creer que ése evento (al igual que todos los de moda) son indispensables, circunstanciales, primordiales, realmente pero realmente importantes. La economía, los avances médicos, la situación política, ecológica o nacional son meras nimiedades intrascendentes en comparación a  Pacquiao vs Márquez, o ante la Selección Nacional de futbol, o ante la telenovela, o la culona en turno, o el abdomen de lavadero que más luce. ¡Carajo! Esos son los ejes del país, de la sociedad y de cada uno de nosotros, lo demás ¿qué importa?

Y ahí me quedo, porque la indignación de todo un país se está haciendo y seguirá manifiesta (hasta el próximo evento) con el hecho de que a Márquez se le quitara el titulo, al igual que hubo un país indignado cuando le anularon un gol que supuestamente fue fuera de lugar, o cuando mil situaciones trascendentales ocurren. Nos indignamos de ello pero seguiremos viendo al gran monstruo; dicen varios historiadores que si Marx viviera cambiaría su frase de “la religión es el opio del pueblo” a “la televisión es el opio del pueblo”. Seguiremos fielmente cada transmisión, cada pelea, cada partido de fut, cada novela, cada serie, cada programa, porque eso es lo importante. Son en situaciones como estas en que Mexicanos al grito de guerra muestran su coraje e impotencia, pero nunca ante esas pequeñeces de asesinatos, robos millonarios de políticos, muertes, desapariciones y demás trivialidades. Y la tv hará eco, gran eco y mucha bulla ante este nuevo “robo” porque importa, porque es indignante, porque ¿cómo dejarlo pasar desapercibido? Jamás, pero jamás veremos tanta unión ni tanta solidaridad o indignación ante violaciones, estafas, malversación de fondos, nepotismo y todas esas cosas que, insisto, no son realmente importantes.

Dijo Lennon, en alguna entrevista, que en el siglo XX ser estrella de rock  era lo que antes era ser boxeador: el único  camino que las clases bajas tenían para salir. 

La realidad es que los grandes ganadores son los de siempre, los que mueven el capital, y bien por ellos, por algo están donde están. Y no hay que condenar a todas las pobrecitas marcas que se hacen presentes, ni siquiera a la “marca” del  partido político que puso su tricolor escudo en el calzoncillo del mexicano. Sería bueno que así como apoyó a un boxeador apoyará en efectivo a la educación, o a los empresarios nacionales, o ya de perdida a una que otra institución, pero por supuesto ¿qué comparación de impacto (e importancia real) puede tener dar dinero a un boxeador que estará en las Vegas y que más de medio México verá a hacer la carretera presupuestada en el pueblo que ha sido olvidado hasta por la mano de Dios?  

Y en fin, ahora tendremos al menos toda una semana (ojalá sólo sea una) donde noticieros, “especialistas”, líderes de opinión y mil rostros de tv dirán y reiterarán que Márquez es el campeón sin corona, y habrá miles de mexicanos apoyando en redes sociales, en llamadas telefónicas o foros de opinión, así hasta que el Chicharito anote otro gol, o haya un nuevo campeón de la liguilla, u otro  Ricky Martin haga pública su homosexualidad, o la miss tv se decida a encuerarse. Porque, no sólo ese México abstracto, sino que cada mexicano tenemos bien definidas nuestras prioridades y las cuestiones de real importancia.
Lástima por el boxeo, pero sobre todo lástima por todos nosotros.


¡Y VIVA EL DEPORTE!

Paola Espinosa, la clavadita con medallas en los Olímpicos y en los recientes Panamericanos recibió una “amonestación” por parte del Comité Olímpico Mexicano y de la Jefatura de la Delegación de Juegos Panamericanos, pues cometió la grandísima falta de “no portar el uniforme oficial de la selección nacional durante la competencia individual de plataforma 10m de los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011” Misma falta que el secretario de la COM calificó de “inexperiencia” ¡Claro! Una medallista que se ha costeado todo su entrenamiento, viajes y que gana medallas es novel. 

¿Qué por qué no lo usó? En palabras de la clavadista “porque no era cómodo”. Obviamente aquí no hay cuestiones de marcas, dinero o patrocinios, sino un mero patriotismo e identidad nacional de nuestros dirigentes del deporte que viajan a las Olimpiadas acompañados de sus familiares y amigos, pues el presupuesto nunca alcanza para llevar a los deportistas.