21 de junio de 2015

FUMAR BAJO LA LLUVIA

Prender un cigarro bajo la lluvia no es tan fácil como pudiera parecer, es una habilidad que se desarrolla. No es una acción, como quizá se lo han hecho creer, sencilla, simple.

Verá, para lograr prender un cigarro bajo la lluvia se requiere de verdadera concentración y sobre todo de mucha precisión, exactitud; en el breve instante que dura la acción de encender el cigarrillo toda la atención debe de estar focalizada en ello. Es una técnica, aunque de un escaso colectivo anónimo, completamente individual que sólo es posible desarrollar con la experiencia que brinda el paso de los años.

Lograr encender un cigarro bajo la lluvia implica un largo periodo de entrenamiento, la habilidad básicamente se desarrolla bajo techo o en el exterior durante periodos de sol. La primera fase de prueba es lograr encender el cigarrillo mientras hay un ventarrón de aire, sin embargo hay zonas donde estos son difíciles de encontrar por lo que esperarlos resulta contraproducente al mismo entrenamiento y desarrollo de la habilidad, sin embargo cuando hay corrientes de viento, preferentemente fuertes, es recomendable ponerse el cigarro en los labios para encenderlo, o al menos intentarlo.

El movimiento o la forma de “la casita”  que se hace con la mano es fundamental, ésta consiste en doblar la mano hacia adentro para guarecer, por una parte al tabaco, y por otra al fuego que le dará vida. La forma de “la casita” no tiene ningún mérito físico o de elevada coordinación motriz, la forma es simple, en realidad muy simple, prácticamente consiste en doblar los dedos de la mano, sin embargo la utilidad y efectividad de ella será lo que determine si está hecha de manera correcta o simplemente es un puño mal cerrado o una mano entreabierta.

La técnica de “la casita”, al igual que el encendido del tabaco, debe de practicarse en terreno árido, esto implica también comenzar a conocerse hasta llegar a dominar el cuerpo mismo, al menos, en estos casos, las manos y los labios. Mientras una cubre el cigarro y el fuego, la otra debe de encender el cigarro sin dañar a la protectora o a los labios, quienes, seguros, sostienen el filtro de manera firme pero suave para poder dar el tiro que encender el cigarro requiere. Como puede darse cuenta, esta no es una tarea de fácil coordinación en su conjunto, por ello la importancia de practicarla arduamente.

Una vez que el sujeto ha logrado encender el cigarro con un aire considerable de por medio, y ha repetido esta acción de manera favorable al menos durante unas cinco cajetillas, e incluso si ha fracasado múltiples veces, es momento de ponerse a analizar y valorar una herramienta fundamental en esta tarea: el fuego.

Con o sin lluvia el fuego es indispensable para encender un cigarrillo, este puede encontrarse a la mano de cualquier fumador en dos presentaciones que a su vez tienen diferentes versiones: el encendedor y los cerillos.

Por un lado hay varios tipos de encendedores, desde los más económicos de plástico y desechables, hasta los más caros con hermosos acabados los cuales funcionan, igual que sus hermanos pobres, con gas o  bien, los más pretenciosos, con gasolina, en ambos casos pueden encontrarse modelos recargables. Cual sea el caso, la marca o tipo de encendedor no importa en la esencia siempre y cuando este cumpla con la función para la que fue diseñado: dar fuego.

Es obligación del fumador conocer su encendedor, conocerlo a fondo me refiero, cada encendedor que pasa por las manos de un fumador debe de ser estudiado a conciencia, debe de saberse su largo, ancho y espesor, su peso, las dimensiones si bien no son estudiadas con regla o escalímetro, es obligación del fumador desarrollar la habilidad para mimetizar las medidas al grado de poderlas referenciar en el sistema decimal, aunque con amplio margen de error por la relatividad que la perspectiva y nociones referenciales brindan, con entera exactitud para sí, me refiero con eso que el fumador debe tener la capacidad de meter su mano al bolsillo del pantalón donde guarde varios objetos y con el sólo sentido del tacto lograr encontrar dicha herramienta en máximo un segundo para proceder a sacarla y encontrar que acertó en la selección, por muy similar que sea otro objeto que se cargue en las bolsas del pantalón un buen fumador no puede equivocarse al sacar el encendedor del bolsillo, debe, siempre, siempre, siempre, encontrarlo y sacarlo a la primera, esto obviamente implica también un periodo de entrenamiento aunque no tan largo como los anteriormente mencionados, cuando una persona tiene las habilidades necesarias por naturaleza desarrollará éstas en un periodo de días que no sobrepasen, en ningún caso, el mes.

Por otra parte tenemos también los cerillos, en el mayor de los casos más económicos incluso que el encendedor más precario. Los cerrillos también tienen abolengo, pero en general pueden encontrarse de madera o de plástico, y en cajitas de diferentes tamaños ya que estos, al igual que el encendedor, también se usan para otros fines menos personales que encender un cigarro. Para el fumador se recomiendan los cerillos de cajas pequeñitas por la practicidad que estos representan para transportarse en la bolsa del pantalón. A diferencia del encendedor cuya ejecución de encendido para provocar la combustión es indispensable sólo una mano, aquí son necesarias las dos ya que una sostendrá la cajita donde este viene con otros tantos, unos treinta o cuarenta, mientras la otra tomará al cerillo para rasparlo contra la franja lateral, normalmente de un color café, que se encuentra en dicha cajita, lo cual provocará una chispa que dará fuego y así poder encender el cigarro. Esta maniobra como es de suponerse implicará más pericia al momento de hacer “la casita”, ya que la mano que sostiene dicha caja es la misma que debe de resguardar con “la casita” al cigarro y al fuego, sin embargo esto no es imposible, sólo requiere de un técnica igualmente personal, desarrollada por el fumador que ha elegido su herramienta.

Cabe mencionar que encender un cigarro con encendedor o cerillo no trae variaciones en el resultado, siempre y cuando el encendido se haga se manera correcta, sin embargo con el paso de los años el buen fumador notará que el sabor del cigarro cambia dependiendo de con qué herramienta se decida prenderlo. Habrá también tabacos que prefieran, por alguna extraña razón, hermosa y celosa química, el fuego de uno o de otro para dejar un mejor sabor en el paladar.

Regresando al punto original, debe también de considerarse la técnica para abrir la cajetilla bajo la lluvia sin que esto afecte a los cigarros que quedarán dentro de la misma. Desde que la cajetilla se toma con la mano esta debe cubrirla cuidando que el agua de la lluvia no moje el cartoncillo del que se toma o bien, en lluvias fuertes, la moje lo menos posible. Posteriormente, al abrirla, el movimiento al sacar al cigarrillo elegido debe ser ágil y preciso, dudar en qué cigarro se sacará o tomar dos por equivocación o falta de pericia puede provocar que toda la cajetilla se dañe por el agua inutilizando así los cigarros que ésta guarecía.

Cuando el fumador se encuentra bajo la lluvia y va a fumar, en un lapso de segundos, tres o como máximo cinco, debe de tener la capacidad de sacar la cajetilla, de ella el cigarro para ponerlo entre los labios, tomar adecuadamente el encendedor, hacer “la casita” y encender el cigarro con el primer chispazo. Guardar de manera inmediata la cajetilla y ya con más calma, pero no tanta, el encendedor (o los cerillos). Prender un cigarro bajo la lluvia no es tan fácil como pudiera parecer, es una habilidad que se desarrolla. No es una acción, como quizá se lo han hecho creer, sencilla, simple, sin embargo fumar bajo la lluvia, caminar con el cigarro mientras el agua no deja de caer y seguir fumando, continuar arrojando bocanadas de humo y tener esa flechita de fuego entre las manos mientras el aire sopla y el cielo gris continúa cayéndose a húmedos pedacitos, eso… eso es gusto por romper las reglas, hasta de la misma lógica, caminar bajo la lluvia mientras se fuma es un placer que desafía a las leyes de la física, y la física (como buen fumador, y bebedor de café, lo sé bien) por sí misma es placer puro, ahora imagine lo que pasa cuando se juega con ella y con algo de suerte un cuerpo de mujer, también mojado, aparece en esta suerte de irreverencia.

Prender un cigarro antes o después de irse con una mujer es tema aparte, la lluvia y los cigarritos nunca son tan crueles y como sea no dejan tan enfermo como ellas que lo empapan a uno de risas, orgasmos y miradas, para luego fumarnos y dejarnos por ahí tirados. Por eso uno aprende que es menos peligroso ponerse entre los labios un cigarrito que llevarlos a los fatales carmesís de esas faldas que bajo lluvia encienden más que cigarros.


6 de junio de 2015

COME MIERDA

Supongamos que tienes hambre y “alguien” (“alguien” vamos a decir que pudiera ser un ente extraño y/o amorfo mal llamado Estado) llega y te ofrece (por no decir: obliga) a que escojas, para alimentarte y saciar el hambre, entre seis o más platos de mierda. Mi estimado, mi estimada, ese “alguien” no quiere alimentarte, ni está preocupado por ti y mucho menos le interesa, ni remotamente, ayudarte de manera alguna, simplemente está interesado en que consumas un plato de mierda, el que tú quieras, y en que no reclames el envenenamiento ni la enfermedad que te provocará comerlo: fue tú decisión, él te dio a elegir, no te obligó.

En México básicamente eso es Votar: escoger qué plato de mierda te comerás. Y es tan importante, para ese “alguien” (en común acuerdo con toda la escoria), el que tú escojas, que en vez de destinar los recursos económicos a alimentos de verdad, a sueldos dignos y Educación, prefiere usar ese dinero en campañas que te obligan a elegir uno de esos fétidos y mortales platos, campañas que te hacen creer que elegir comerte un plato de mierda es tu responsabilidad y obligación ciudadana, campañas que condenan y satanizan a los que están hartos de elegir comer mierda.

¿Qué pasaría, mi estimado, mi estimada, si en verdad eligieras, si decidieras dejar a ese “alguien” comerse todos los platos que elección tras elección te obliga a comerte?