2 de noviembre de 2016

Hace tres años y hoy... haciendo un nuevo ridículo.

"En Lima y en Asunción,
Madrid y en Barcelona,
Buenos Aires y New York
No hallaré socio mejor 
Ni músico más persona 
Ni escudero más jodón 
Que… que don 
Que… que don
Que don Panchito Varona
¡Que don Panchito Varona!
Más de cien palabras, más de cien motivos 
Para no cortarse de un tajo las venas
Más de cien pupilas donde vernos vivos
Más de cien mentiras que valen la pena."

J.Sabina




Esta foto cumple hoy 3 años, y más allá de las letras, es lo más cerca que voy a poder estar en esta vida no sólo del Maestro Sabina, sino también de Cernuda, Vallejo, Prado, Aute, Serrat, y tantos otros. El concierto fue un 2 de Noviembre, en Oaxaca, y fui porque Mario Soto (El Inge) me invitó (también él tomó la foto), aquella fue una noche surrealista, no por los muertos, sino por los vivos, la Cadenita  de Carmen nunca estuvo tan a la altura de Corre Dijo La Tortuga… Y si no hubiese sido por la tía Colombiana aquella hubiera sido una noche de faldas. Un mes y un día después, el 3 de diciembre, yo estaría en la TAPO, otra vez, por tercera vez, con maletas y guitarra.

Era (o soy, no lo tengo muy claro) un perdedor. Tengo la teoría de que las cucarachas que hay en el DF (CDMX para los manceristas –y chinguen a su madre chaqueteros–) son las cucarachas que vienen de Oaxaca a morirse aquí. Las cucarachas de Oaxaca son brillosas, vuelan y son rápidas, las del DF son opacas, grises, no logran volar y en realidad son lentas. Tenía meses de haber cumplido los 28 y ya sabía  en dónde quería morirme, en mi ciudad “invivible pero insustituible” Porque las metas, los sueños, se reducían a un no lo logré, ¿y a quién puede importarle más que a mí? Pero quería ser un fracasado en el lugar que mejor me sentía, con la gente que sentía más cercana, ya no más teatro, ya no más camaritas, encontrar un trabajo y escribir de vez en cuando, era hora de ser realista. Realmente encontré dos, uno donde escaneaba planos y otro donde se hacían anuncios espectaculares y fachadas, el segundo más jodido que el primero, los otros: desde cantar en camiones hasta vender libros nadie los contaría como trabajos. Hasta que un día terminé en una entrevista para dar clases de teatro (otra vez) pero ahora en primaria (y con lo que me gustan los duendes de dientes puntiagudos y uñitas afiladas), me quedé, curiosamente saliendo de esa entrevista me enteraría que ese mismo día me iban a correr de la empresa donde se hacían anuncios.

¿Y no que ya no ibas a hacer nada que tuviera que ver con el teatro? Los duendes me dejaron ver (con su magia macabra) que no soy tan malo en el oficio un día había elegido: Hacer mentiras escénicas y escritas.  Además La Jefa me había enseñado cómo dar una clase, y Alejandra Islas, en la Anahuac, a tener confianza en cómo darla, por ella recuperé la seguridad.

Yo ya había decidido que moriría en el DF, con trabajitos y escribiendo cosas que nadie leería, o que con suerte, como ha venido pasando, sólo se publicarían en Argentina y España, nunca en México ¿derechos de autor? El humor negro a su máxima expresión. 

Hay gente que un día despierta y decide que quiere casarse, o tener hijos, o aventarse del bungie, o en paracaídas, yo un día desperté y decidí que a pesar de estar viejo me metería a estudiar: pedagogía. No haría teatro pero intentaría formarme (académicamente  ¡puag!) en el área que (curiosamente) me había dado de comer más de una vez. Me quedé en la UPN.

Apenas entré en Agosto, dos días antes de cumplir 31, y jamás, pero jamás, en serio jamás, hubiera imaginado que mi ridiculez de querer estudiar a esta edad iba a cambiar tanto mi vida. Hay cosas que no me esperaba, pero que supongo era lógico que pasaran, mi falta de sentido común me da capacidad de asombro, lo malo es que uno se abruma muy fácil.  

Estar empezando una carrera con más de treinta y contando no está padre, parece que vivir al revés es una constante en mí.  No sé hasta dónde llegue, espero acabar, en realidad para ser un fracasado creo que no lo he hecho tan mal estos meses, pero sino fuera porque más de uno, inesperadamente,  me ha echado un cable yo no estaría escribiendo esto.


Hace tres años estaba tomándome un tequila con un amigo después de haber escuchado a Sabina cambiar la letra de Peces de Ciudad, con un boleto de ida y un final muy claro. Hoy estoy en la Universidad Pedagógica Nacional (¡en su unidad central!), ni yo me la acabo de creer, es una locura que me está y me va a costar, ya vi, algo más que desveladas, de las mejores y peores cosas que pude haber hecho en estos momentos. No hay certezas, sólo asombros, cosas que uno creía entender y de pronto no se sabe qué pasa, ahora más que nunca puedo citar a Benedetti “resumiendo estoy jodido y radiante quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa.” Sólo sé que me siento como no me sentía desde hace años, y que me gusta (a pesar de no dormir como antes), veamos, en una semana o en cuatro años, en qué acaba este salto en paracaídas, ojalá los dioses permitan que se abra cuando deba de abrirse. Sino, igual, ya estoy licenciado en saltos mortales que terminan, ya sabe, dejando todo salpicado