12 de abril de 2015

RECURSOS HUMANOS

Cuando regresé a radicar al D.F. y estaba desempleado e iba dejando curículums en todos los lados posibles sabía de antemano que en muchos de esos lugares no era ni remotamente el mejor candidato pero también tenía cierta seguridad de que para otros muchos puestos era una excelente opción, un posible buen esclavo. Sin embargo, y sin exagerar, de cada diez sitios donde fui dejando papeles de nueve nunca me hablaron y de ese último que sí me concedían (el honor de) una entrevista frecuentemente me topaba con que el entrevistador era un perfecto imbécil; respecto a las entrevistadoras no puedo decir que la situación haya sido muy diferente pero entre faldas, escotes y sonrisas uno perdona la estupidez mientras duran las preguntas sabiendo que el tiempo será perdido si uno cree que esas piernas sirven para más que un buenos días…

El caso es que después de estrellarme no sé cuántas veces contra el “nosotros le llamamos” tan parecido a los castings de cuando fui joven, tan parecido a los gracias por presentarse de las editoriales mexicanas, me entró una duda perfectamente lógica ¿Seré tan mal candidato, tan mal prospecto, tan mala persona que no me contratan ni de jala cables? Dejando a un lado el trabajo pensante y de escritorio llegué a ser rechazado hasta de obrero, releí no sé cuántas veces mi CV, revise la calidad en las fotocopias de cada constancia y diploma que entregaba, me peinaba con un bote de gel (contra mi voluntad) para cada entrevista, y aun así nada.

A Dios gracias, ese Dios que expulsa del paraíso por tener condenado el conocimiento, el mismo Dios que, dice la Biblia, condenó a la mujer a parir con dolor, ese, que en el mismo libro dice que el que no trabaje no coma, por fin, después de divertirse lo suficiente conmigo o de perderme la pista y dejarme olvidado, quien sabe, conseguí trabajo. Gracias a Dios…

Y no me equivoqué, he sido un excelente esclavo laboral y voy dando resultados de a poquito pese a todos los tarados que tengo por compañeros y sobre todo pese al gran, gran, gran, grandísimo  idiota y estúpido que tengo por jefe.

Pero a lo que viene este cuento es que hace una semana la jefa suprema de la empresa, la ama y señora de todos los que somos asalariados ahí, supongo que en un acto de desesperación, me pidió hacerme cargo de cubrir las vacantes que hace casi dos meces están descubiertas, desde obreros hasta jefes administrativos y vendedores, porque la persona que puso a cargo de ello, o sea mi jefecito, a la fecha solamente había reclutado a una persona, sí, una persona de las más de veinte vacantes que tiene la empresa, misma persona que al segundo día salió a comer y no ha regresado todavía.

Abreviando el relato, después de haber hasta pegado carteles en la calle finalmente el inútil que tengo por jefe me dio la clave (por órdenes de la ama y señora de todos) del portal de empleo que la empresa paga y que él administraba. ¿Mi sorpresa? Más de quinientos currículums sin leer, sí, más de 500, además de currículums leídos a los que el infeliz hijo de puta nunca llamó, eso sí, el putito tiene buen gusto, pues de los currículums descargados en donde se pueden ver correos electrónicos y teléfonos el cabrón se bajó los de todas las chicas guapas.

Pasado el coraje y después de haber contratado ya a cinco personas recordé lo que a mí me pasó y entendí que si no en todos, sí en la gran mayoría de lugares donde nunca me hablaron quizá sea porque el encargado de haberlo hecho era un ser humano tan patético y un profesionista sin la más mínima ética laboral como lo es mi actual jefe.

Después de haber reportado y preguntado por qué no se había contratado a una sola persona de los centenares ahí postulados el tarado cuya filosofía de vida es “animo” en vez de trabajo (sí, mi jefe), argumentó que porque había que pensarlo, que había que analizar si servían o no, pensarlo mucho y volverlo a pensar porque ninguno daba el ancho para lo que se buscaba. En fin.

No hay que juzgar a un libro por su portada, me queda claro. Mi jefe es un tipo que viste y habla como fresa, despectivo y con una autoestima más grande que mi ego, pero se vendió bien, sabe una mierda y es tan eficiente como lo puede ser cualquier Homero Simpson, pero dice ser ingeniero y el hablar como de la Ibero supongo le da un algo que nosotros, los de arrabal, no tenemos y no alcanzamos a comprender. Lee libros de superación personal y “literatura” juvenil de moda. Desconozco si sea ingeniero realmente, pero si lo es, y dice que es Burro, el Poli tiene una gran deuda con la sociedad al entregarle una cedula profesional a sujetos tan estúpidos, idiotas e incompetentes como él.

Me consuela saber que de todos esos sitios a los que toqué la puerta donde estaba seguro era el mejor candidato para el puesto y nunca me llamaron, es porque el encargado de hacerlo era un pendejo como mi actual jefe, ergo: ellos perdieron.