30 de diciembre de 2015

UNA DIRECTORA MÁS QUE GUAPA

A finales de este año, como por noviembre, tuve la suerte y el gustaso de grabar con una productora que se hace llamar Flamita Studio, fue algo muy breve.

Tenía años de no estar en un set, además fue la primera vez que trabajo en uno que sea totalmente green screen, pero lejos de la parafernalia, los equipos de los que uno se enamora a primera vista: black magic, mini Mac, los kits de iluminación y más. El equipo humano con el que me tocó trabajar me dejó impresionado, son poquísimas las veces que he visto tanto gusto, talento, pasión y profesionalismo fusionado en un grupo de creativos.

Un Señor Camarógrafo que mis respetos para todas sus tomas, un wey que sin farolear (más de la cuenta) demostraba conocer su equipo al cien además de nunca descuidar su luz, y opinando sobriamente en cada encuadre que lo ameritaba. Un cabron de Producción y Coordinación que desde que tuve contacto con él para para ver si podía castear y hasta el día de grabación se mantuvo enviando correos, información, explicó de pies a cabeza quiénes eran sin prometerte la luna ni nada: realista, sincero y con una forma de tratar a todos los actores tan educada, y respetuosa que a uno lo obligaba a no ser un patán. Y el equipo creativo de animadores y magos de la postproducción que estuvo toda la grabación apoyando, opinando objetivamente y creando en set.

Sin embargo, y hay quienes juran que soy misógino, la que me dejó con la boca abierta e impresionado como pocas veces, fue la directora del trabajo, que además de estar guapísima y tener ese “algo” que pocas mujer tienen, era básicamente una bruja, o una directora cuasi democrática, mejor aún, algo así como un Gremlin, una cosa tiernísima que de repente se transformaba en un monstruo y de pronto volvía a ser una criatura tierna aparentemente inofensiva.

Una chica que escuchaba puntos de vista, y hasta llegaba a pedir opiniones, pero al final hacía lo que tenía que hacer, incluso mandó al diablo un par de vece todos esos “yo creo que…” para asumir su responsabilidad y rodar como ella quería. Me sobran los dedos de una mano para contar a los directores que realmente se hacen responsables de su trabajo, tanto en teatro como en video, no hay nada más cagante que el director amigo, tierno y simpático, que escucha y escucha y escucha todos los malditos puntos de vista ¿el resultado? Una mamada de collage que no dice nada, o que tiene tantos errores que terminan siendo firmados por rúbricas tan patéticas como “fue un trabajo de equipo”, “así lo sentimos en ese momento”, ”no soy un dictador, todos somos creadores”.  Dan hueva, y tristeza, y coraje.

Esta chica me recordó que el director debe transgredir, ser una guía, eso: dirigir. Al final el resultado del producto es sólo responsabilidad de quien asume ese rol. Fue genial  ver cómo una linda sonrisa de uno cincuenta y algo traía a raya a todo un equipo de gente chingona.

Incluso para dirigir a los que estuvimos frente a cámara, cabrona escuincla. De verdad es un placer trabajar  para quien sabe lo que quiere a cuadro.

Como en pocos trabajos, en este, los “actores”  puedo decir que fuimos el relleno, creo que el videíto estará en un museo de Puebla en alguna expo permanente o algo así, y es de esas raras veces que no me emociona ver el producto final porque el puro gusto de haber trabajado con ese equipo de talentos, que muy, muy, muy, pero muy raras vece se da, es más que suficiente.

A falta de foto con la directora me conformé con salir a lado de esta otra belleza. Ojalá me los vuelva encontrar, y si no, el diablo quiera que al menos a la directora la vuelva a ver.

¿Deseos para el 2016? No sé si este año la suerte esté de mi parte, pero ojalá, ojalá, en algún momento pueda ser parte de un equipo así.





21 de junio de 2015

FUMAR BAJO LA LLUVIA

Prender un cigarro bajo la lluvia no es tan fácil como pudiera parecer, es una habilidad que se desarrolla. No es una acción, como quizá se lo han hecho creer, sencilla, simple.

Verá, para lograr prender un cigarro bajo la lluvia se requiere de verdadera concentración y sobre todo de mucha precisión, exactitud; en el breve instante que dura la acción de encender el cigarrillo toda la atención debe de estar focalizada en ello. Es una técnica, aunque de un escaso colectivo anónimo, completamente individual que sólo es posible desarrollar con la experiencia que brinda el paso de los años.

Lograr encender un cigarro bajo la lluvia implica un largo periodo de entrenamiento, la habilidad básicamente se desarrolla bajo techo o en el exterior durante periodos de sol. La primera fase de prueba es lograr encender el cigarrillo mientras hay un ventarrón de aire, sin embargo hay zonas donde estos son difíciles de encontrar por lo que esperarlos resulta contraproducente al mismo entrenamiento y desarrollo de la habilidad, sin embargo cuando hay corrientes de viento, preferentemente fuertes, es recomendable ponerse el cigarro en los labios para encenderlo, o al menos intentarlo.

El movimiento o la forma de “la casita”  que se hace con la mano es fundamental, ésta consiste en doblar la mano hacia adentro para guarecer, por una parte al tabaco, y por otra al fuego que le dará vida. La forma de “la casita” no tiene ningún mérito físico o de elevada coordinación motriz, la forma es simple, en realidad muy simple, prácticamente consiste en doblar los dedos de la mano, sin embargo la utilidad y efectividad de ella será lo que determine si está hecha de manera correcta o simplemente es un puño mal cerrado o una mano entreabierta.

La técnica de “la casita”, al igual que el encendido del tabaco, debe de practicarse en terreno árido, esto implica también comenzar a conocerse hasta llegar a dominar el cuerpo mismo, al menos, en estos casos, las manos y los labios. Mientras una cubre el cigarro y el fuego, la otra debe de encender el cigarro sin dañar a la protectora o a los labios, quienes, seguros, sostienen el filtro de manera firme pero suave para poder dar el tiro que encender el cigarro requiere. Como puede darse cuenta, esta no es una tarea de fácil coordinación en su conjunto, por ello la importancia de practicarla arduamente.

Una vez que el sujeto ha logrado encender el cigarro con un aire considerable de por medio, y ha repetido esta acción de manera favorable al menos durante unas cinco cajetillas, e incluso si ha fracasado múltiples veces, es momento de ponerse a analizar y valorar una herramienta fundamental en esta tarea: el fuego.

Con o sin lluvia el fuego es indispensable para encender un cigarrillo, este puede encontrarse a la mano de cualquier fumador en dos presentaciones que a su vez tienen diferentes versiones: el encendedor y los cerillos.

Por un lado hay varios tipos de encendedores, desde los más económicos de plástico y desechables, hasta los más caros con hermosos acabados los cuales funcionan, igual que sus hermanos pobres, con gas o  bien, los más pretenciosos, con gasolina, en ambos casos pueden encontrarse modelos recargables. Cual sea el caso, la marca o tipo de encendedor no importa en la esencia siempre y cuando este cumpla con la función para la que fue diseñado: dar fuego.

Es obligación del fumador conocer su encendedor, conocerlo a fondo me refiero, cada encendedor que pasa por las manos de un fumador debe de ser estudiado a conciencia, debe de saberse su largo, ancho y espesor, su peso, las dimensiones si bien no son estudiadas con regla o escalímetro, es obligación del fumador desarrollar la habilidad para mimetizar las medidas al grado de poderlas referenciar en el sistema decimal, aunque con amplio margen de error por la relatividad que la perspectiva y nociones referenciales brindan, con entera exactitud para sí, me refiero con eso que el fumador debe tener la capacidad de meter su mano al bolsillo del pantalón donde guarde varios objetos y con el sólo sentido del tacto lograr encontrar dicha herramienta en máximo un segundo para proceder a sacarla y encontrar que acertó en la selección, por muy similar que sea otro objeto que se cargue en las bolsas del pantalón un buen fumador no puede equivocarse al sacar el encendedor del bolsillo, debe, siempre, siempre, siempre, encontrarlo y sacarlo a la primera, esto obviamente implica también un periodo de entrenamiento aunque no tan largo como los anteriormente mencionados, cuando una persona tiene las habilidades necesarias por naturaleza desarrollará éstas en un periodo de días que no sobrepasen, en ningún caso, el mes.

Por otra parte tenemos también los cerillos, en el mayor de los casos más económicos incluso que el encendedor más precario. Los cerrillos también tienen abolengo, pero en general pueden encontrarse de madera o de plástico, y en cajitas de diferentes tamaños ya que estos, al igual que el encendedor, también se usan para otros fines menos personales que encender un cigarro. Para el fumador se recomiendan los cerillos de cajas pequeñitas por la practicidad que estos representan para transportarse en la bolsa del pantalón. A diferencia del encendedor cuya ejecución de encendido para provocar la combustión es indispensable sólo una mano, aquí son necesarias las dos ya que una sostendrá la cajita donde este viene con otros tantos, unos treinta o cuarenta, mientras la otra tomará al cerillo para rasparlo contra la franja lateral, normalmente de un color café, que se encuentra en dicha cajita, lo cual provocará una chispa que dará fuego y así poder encender el cigarro. Esta maniobra como es de suponerse implicará más pericia al momento de hacer “la casita”, ya que la mano que sostiene dicha caja es la misma que debe de resguardar con “la casita” al cigarro y al fuego, sin embargo esto no es imposible, sólo requiere de un técnica igualmente personal, desarrollada por el fumador que ha elegido su herramienta.

Cabe mencionar que encender un cigarro con encendedor o cerillo no trae variaciones en el resultado, siempre y cuando el encendido se haga se manera correcta, sin embargo con el paso de los años el buen fumador notará que el sabor del cigarro cambia dependiendo de con qué herramienta se decida prenderlo. Habrá también tabacos que prefieran, por alguna extraña razón, hermosa y celosa química, el fuego de uno o de otro para dejar un mejor sabor en el paladar.

Regresando al punto original, debe también de considerarse la técnica para abrir la cajetilla bajo la lluvia sin que esto afecte a los cigarros que quedarán dentro de la misma. Desde que la cajetilla se toma con la mano esta debe cubrirla cuidando que el agua de la lluvia no moje el cartoncillo del que se toma o bien, en lluvias fuertes, la moje lo menos posible. Posteriormente, al abrirla, el movimiento al sacar al cigarrillo elegido debe ser ágil y preciso, dudar en qué cigarro se sacará o tomar dos por equivocación o falta de pericia puede provocar que toda la cajetilla se dañe por el agua inutilizando así los cigarros que ésta guarecía.

Cuando el fumador se encuentra bajo la lluvia y va a fumar, en un lapso de segundos, tres o como máximo cinco, debe de tener la capacidad de sacar la cajetilla, de ella el cigarro para ponerlo entre los labios, tomar adecuadamente el encendedor, hacer “la casita” y encender el cigarro con el primer chispazo. Guardar de manera inmediata la cajetilla y ya con más calma, pero no tanta, el encendedor (o los cerillos). Prender un cigarro bajo la lluvia no es tan fácil como pudiera parecer, es una habilidad que se desarrolla. No es una acción, como quizá se lo han hecho creer, sencilla, simple, sin embargo fumar bajo la lluvia, caminar con el cigarro mientras el agua no deja de caer y seguir fumando, continuar arrojando bocanadas de humo y tener esa flechita de fuego entre las manos mientras el aire sopla y el cielo gris continúa cayéndose a húmedos pedacitos, eso… eso es gusto por romper las reglas, hasta de la misma lógica, caminar bajo la lluvia mientras se fuma es un placer que desafía a las leyes de la física, y la física (como buen fumador, y bebedor de café, lo sé bien) por sí misma es placer puro, ahora imagine lo que pasa cuando se juega con ella y con algo de suerte un cuerpo de mujer, también mojado, aparece en esta suerte de irreverencia.

Prender un cigarro antes o después de irse con una mujer es tema aparte, la lluvia y los cigarritos nunca son tan crueles y como sea no dejan tan enfermo como ellas que lo empapan a uno de risas, orgasmos y miradas, para luego fumarnos y dejarnos por ahí tirados. Por eso uno aprende que es menos peligroso ponerse entre los labios un cigarrito que llevarlos a los fatales carmesís de esas faldas que bajo lluvia encienden más que cigarros.


6 de junio de 2015

COME MIERDA

Supongamos que tienes hambre y “alguien” (“alguien” vamos a decir que pudiera ser un ente extraño y/o amorfo mal llamado Estado) llega y te ofrece (por no decir: obliga) a que escojas, para alimentarte y saciar el hambre, entre seis o más platos de mierda. Mi estimado, mi estimada, ese “alguien” no quiere alimentarte, ni está preocupado por ti y mucho menos le interesa, ni remotamente, ayudarte de manera alguna, simplemente está interesado en que consumas un plato de mierda, el que tú quieras, y en que no reclames el envenenamiento ni la enfermedad que te provocará comerlo: fue tú decisión, él te dio a elegir, no te obligó.

En México básicamente eso es Votar: escoger qué plato de mierda te comerás. Y es tan importante, para ese “alguien” (en común acuerdo con toda la escoria), el que tú escojas, que en vez de destinar los recursos económicos a alimentos de verdad, a sueldos dignos y Educación, prefiere usar ese dinero en campañas que te obligan a elegir uno de esos fétidos y mortales platos, campañas que te hacen creer que elegir comerte un plato de mierda es tu responsabilidad y obligación ciudadana, campañas que condenan y satanizan a los que están hartos de elegir comer mierda.

¿Qué pasaría, mi estimado, mi estimada, si en verdad eligieras, si decidieras dejar a ese “alguien” comerse todos los platos que elección tras elección te obliga a comerte?

31 de mayo de 2015

SABER MENTIR

Cuando se dice la verdad se puede dudar
Trastabillar, tartamudear, pensar para recapitular
Incluso hasta ficcionar, poco o mucho, los hechos.
Puede contarse el mismo suceso de diferentes maneras.
Cuando se dice la verdad la historia puede cambiar
No importa cuidar detalles, omitir esto o aquello
Personas de más o de menos
Cuando se dice la verdad da igual que te crean o no
Eso no cambia nada
La duda o la credibilidad están de más
Sabes que así fue y así será

Cuando se miente…
Cuando se miente hay que cuidar detalles
Estudiar una y otra vez las cifras
Recrear al dedillo los hechos, con lujo de detalle
Cuando se miente las versiones no existen
Todo es en singular
Sólo existe una historia de la historia
Los personajes tienen nombre y apellidos
Colores, olores, características precisas
Cuando se miente se hace viendo a los ojos
De frente, sin dudar
No te puedes dar el lujo de pensar mientras hablas
No parpadeas, miras fijamente a los ojos
Y si sientes una mirada que se clava en tu alma
Que te dice “tu no dices la verdad”
Sonríes, miras al horizonte y continúas firmemente
Todo está estudiando
Fríamente elucubrado
Memorizado párrafo por párrafo, línea por línea
Cada coma, cada punto
Sobre todo los suspensivos, esos…
Ahí está la veracidad de la mentira

Cuando se miente se crea
Y hay que cuidar que haya mérito en ello
Una creación que valga la pena
No como esta que somos
Remedo de verdad
Mentirita de niñato
Mala ficción de pobre aficionado.

12 de abril de 2015

RECURSOS HUMANOS

Cuando regresé a radicar al D.F. y estaba desempleado e iba dejando curículums en todos los lados posibles sabía de antemano que en muchos de esos lugares no era ni remotamente el mejor candidato pero también tenía cierta seguridad de que para otros muchos puestos era una excelente opción, un posible buen esclavo. Sin embargo, y sin exagerar, de cada diez sitios donde fui dejando papeles de nueve nunca me hablaron y de ese último que sí me concedían (el honor de) una entrevista frecuentemente me topaba con que el entrevistador era un perfecto imbécil; respecto a las entrevistadoras no puedo decir que la situación haya sido muy diferente pero entre faldas, escotes y sonrisas uno perdona la estupidez mientras duran las preguntas sabiendo que el tiempo será perdido si uno cree que esas piernas sirven para más que un buenos días…

El caso es que después de estrellarme no sé cuántas veces contra el “nosotros le llamamos” tan parecido a los castings de cuando fui joven, tan parecido a los gracias por presentarse de las editoriales mexicanas, me entró una duda perfectamente lógica ¿Seré tan mal candidato, tan mal prospecto, tan mala persona que no me contratan ni de jala cables? Dejando a un lado el trabajo pensante y de escritorio llegué a ser rechazado hasta de obrero, releí no sé cuántas veces mi CV, revise la calidad en las fotocopias de cada constancia y diploma que entregaba, me peinaba con un bote de gel (contra mi voluntad) para cada entrevista, y aun así nada.

A Dios gracias, ese Dios que expulsa del paraíso por tener condenado el conocimiento, el mismo Dios que, dice la Biblia, condenó a la mujer a parir con dolor, ese, que en el mismo libro dice que el que no trabaje no coma, por fin, después de divertirse lo suficiente conmigo o de perderme la pista y dejarme olvidado, quien sabe, conseguí trabajo. Gracias a Dios…

Y no me equivoqué, he sido un excelente esclavo laboral y voy dando resultados de a poquito pese a todos los tarados que tengo por compañeros y sobre todo pese al gran, gran, gran, grandísimo  idiota y estúpido que tengo por jefe.

Pero a lo que viene este cuento es que hace una semana la jefa suprema de la empresa, la ama y señora de todos los que somos asalariados ahí, supongo que en un acto de desesperación, me pidió hacerme cargo de cubrir las vacantes que hace casi dos meces están descubiertas, desde obreros hasta jefes administrativos y vendedores, porque la persona que puso a cargo de ello, o sea mi jefecito, a la fecha solamente había reclutado a una persona, sí, una persona de las más de veinte vacantes que tiene la empresa, misma persona que al segundo día salió a comer y no ha regresado todavía.

Abreviando el relato, después de haber hasta pegado carteles en la calle finalmente el inútil que tengo por jefe me dio la clave (por órdenes de la ama y señora de todos) del portal de empleo que la empresa paga y que él administraba. ¿Mi sorpresa? Más de quinientos currículums sin leer, sí, más de 500, además de currículums leídos a los que el infeliz hijo de puta nunca llamó, eso sí, el putito tiene buen gusto, pues de los currículums descargados en donde se pueden ver correos electrónicos y teléfonos el cabrón se bajó los de todas las chicas guapas.

Pasado el coraje y después de haber contratado ya a cinco personas recordé lo que a mí me pasó y entendí que si no en todos, sí en la gran mayoría de lugares donde nunca me hablaron quizá sea porque el encargado de haberlo hecho era un ser humano tan patético y un profesionista sin la más mínima ética laboral como lo es mi actual jefe.

Después de haber reportado y preguntado por qué no se había contratado a una sola persona de los centenares ahí postulados el tarado cuya filosofía de vida es “animo” en vez de trabajo (sí, mi jefe), argumentó que porque había que pensarlo, que había que analizar si servían o no, pensarlo mucho y volverlo a pensar porque ninguno daba el ancho para lo que se buscaba. En fin.

No hay que juzgar a un libro por su portada, me queda claro. Mi jefe es un tipo que viste y habla como fresa, despectivo y con una autoestima más grande que mi ego, pero se vendió bien, sabe una mierda y es tan eficiente como lo puede ser cualquier Homero Simpson, pero dice ser ingeniero y el hablar como de la Ibero supongo le da un algo que nosotros, los de arrabal, no tenemos y no alcanzamos a comprender. Lee libros de superación personal y “literatura” juvenil de moda. Desconozco si sea ingeniero realmente, pero si lo es, y dice que es Burro, el Poli tiene una gran deuda con la sociedad al entregarle una cedula profesional a sujetos tan estúpidos, idiotas e incompetentes como él.

Me consuela saber que de todos esos sitios a los que toqué la puerta donde estaba seguro era el mejor candidato para el puesto y nunca me llamaron, es porque el encargado de hacerlo era un pendejo como mi actual jefe, ergo: ellos perdieron.