Cuando regresé a radicar al D.F. y estaba desempleado e iba
dejando curículums en todos los lados posibles sabía de antemano que en muchos
de esos lugares no era ni remotamente el mejor candidato pero también tenía cierta
seguridad de que para otros muchos puestos era una excelente opción, un posible
buen esclavo. Sin embargo, y sin exagerar, de cada diez sitios donde fui
dejando papeles de nueve nunca me hablaron y de ese último que sí me concedían
(el honor de) una entrevista frecuentemente me topaba con que el entrevistador
era un perfecto imbécil; respecto a las entrevistadoras no puedo decir que la
situación haya sido muy diferente pero entre faldas, escotes y sonrisas uno
perdona la estupidez mientras duran las preguntas sabiendo que el tiempo será
perdido si uno cree que esas piernas sirven para más que un buenos días…
El caso es que después de estrellarme
no sé cuántas veces contra el “nosotros le llamamos” tan parecido a los
castings de cuando fui joven, tan parecido a los gracias por presentarse de las
editoriales mexicanas, me entró una duda perfectamente lógica ¿Seré tan mal
candidato, tan mal prospecto, tan mala persona que no me contratan ni de jala cables?
Dejando a un lado el trabajo pensante y de escritorio llegué a ser rechazado hasta
de obrero, releí no sé cuántas veces mi CV, revise la calidad en las fotocopias
de cada constancia y diploma que entregaba, me peinaba con un bote de gel
(contra mi voluntad) para cada entrevista, y aun así nada.
A Dios gracias, ese Dios que expulsa
del paraíso por tener condenado el conocimiento, el mismo Dios que, dice la
Biblia, condenó a la mujer a parir con dolor, ese, que en el mismo libro dice
que el que no trabaje no coma, por fin, después de divertirse lo suficiente conmigo
o de perderme la pista y dejarme olvidado, quien sabe, conseguí trabajo. Gracias
a Dios…
Y no me equivoqué, he sido un excelente
esclavo laboral y voy dando resultados de a poquito pese a todos los tarados que
tengo por compañeros y sobre todo pese al gran, gran, gran, grandísimo idiota y estúpido que tengo por jefe.
Pero a lo que viene este cuento es que
hace una semana la jefa suprema de la empresa, la ama y señora de todos los que
somos asalariados ahí, supongo que en un acto de desesperación, me pidió
hacerme cargo de cubrir las vacantes que hace casi dos meces están descubiertas,
desde obreros hasta jefes administrativos y vendedores, porque la persona que
puso a cargo de ello, o sea mi jefecito, a la fecha solamente había reclutado a
una persona, sí, una persona de las más de veinte vacantes que tiene la
empresa, misma persona que al segundo día salió a comer y no ha regresado todavía.
Abreviando el relato, después de haber
hasta pegado carteles en la calle finalmente el inútil que tengo por jefe me
dio la clave (por órdenes de la ama y señora de todos) del portal de empleo que
la empresa paga y que él administraba. ¿Mi sorpresa? Más de quinientos
currículums sin leer, sí, más de 500, además de currículums leídos a los que el
infeliz hijo de puta nunca llamó, eso sí, el putito tiene buen gusto, pues de
los currículums descargados en donde se pueden ver correos electrónicos y teléfonos
el cabrón se bajó los de todas las chicas guapas.
Pasado el coraje y después de haber
contratado ya a cinco personas recordé lo que a mí me pasó y entendí que si no
en todos, sí en la gran mayoría de lugares donde nunca me hablaron quizá sea
porque el encargado de haberlo hecho era un ser humano tan patético y un profesionista
sin la más mínima ética laboral como lo es mi actual jefe.
Después de haber reportado y
preguntado por qué no se había contratado a una sola persona de los centenares ahí
postulados el tarado cuya filosofía de vida es “animo” en vez de trabajo (sí,
mi jefe), argumentó que porque había que pensarlo, que había que analizar si
servían o no, pensarlo mucho y volverlo a pensar porque ninguno daba el ancho
para lo que se buscaba. En fin.
No hay que juzgar a un libro por su
portada, me queda claro. Mi jefe es un tipo que viste y habla como fresa, despectivo
y con una autoestima más grande que mi ego, pero se vendió bien, sabe una
mierda y es tan eficiente como lo puede ser cualquier Homero Simpson, pero dice
ser ingeniero y el hablar como de la Ibero supongo le da un algo que nosotros,
los de arrabal, no tenemos y no alcanzamos a comprender. Lee libros de
superación personal y “literatura” juvenil de moda. Desconozco si sea ingeniero
realmente, pero si lo es, y dice que es Burro, el Poli tiene una gran deuda con
la sociedad al entregarle una cedula profesional a sujetos tan estúpidos,
idiotas e incompetentes como él.
Me consuela saber que de todos esos
sitios a los que toqué la puerta donde estaba seguro era el mejor candidato
para el puesto y nunca me llamaron, es porque el encargado de hacerlo era un pendejo
como mi actual jefe, ergo: ellos perdieron.