Felicidades a todos esos hijos de puta
que escogieron la docencia como medio para no
morirse de hambre, a todos esos que sembraron en mí estos traumas con los
que hoy más que lidiar me río en negro.
A todos los idiotas que van asesinando
en aulas con clases más mediocres que una misa por lo civil, cerrando calles,
quemando camiones, enseñando las
innobles prácticas del soborno, pidiendo las nalgas a las y los que deberían de
enseñar algo más que a pedir perdón por haberlos conocido…
Felicidades a los maestros de la carnicería y la cobardía, en especial a
esos que enseñan “arte” y que han tomado como dogma laboral lastimar de la
forma que sea pero fuerte y bien a cualquiera que tenga posibilidades antes que
enseñarle una mierda.
No quiero ser sarcástico, es verdad,
son maestros en su oficio: Balandra, Mendoza, Grisell, Cuc, “El borrego”,” El
Doctor”, Bruno, y me ahorro tiempo con los muchos nombres de los otros pobrecitos. A ellos, a ustedes,
a todos esos, gracias, porque me enseñaron el valor del respeto, a nunca ser un
remedo de, a no simular, a tomar enserio la dignidad del oficio y el valor de
cada individuo, de cada p-e-r-s-o-n-a, fueron y siempre serán ese jodido y
asqueroso espejo en el que (incluso ruego a todos los dioses) nunca, jamás, ni
por accidente, quiero verme reflejado.
Felicidades “maestros” (así, con
minúscula y entre comillas)
Y de corazón (lo que queda del que
tengo) FELICIDADES a todos los que por decisión, vocación, oficio y un extraño
arte, deciden iluminarnos con sus enseñanzas y conocimiento.
A los de verdad ¡LARGA VIDA MAESTROS!