Una vez trabajé en una empresa que hacía anuncios
espectaculares y fachadas de tiendas, yo estaba en el área de Operaciones, en
la oficinita había tres ingenieros, o al menos eso decían ser. Dos que supuestamente estaban graduados como
Industriales, encargados del área de Planeación; y el otro en Logística y Transporte que era mi
compañero.
El tarado que estaba encargado del área de Calidad decía ser
Ingeniero Químico, tuve un problema bastante fuerte con él el día que le dije
que hacían falta procesos, procedimientos, instructivos, metodología, estructura.
El tipo se rió y me dijo con pose a lo Cohelo: estás mal, lo que a ti te falta
es ánimo, con ánimo se resuelve todo. Los otros tres lo apoyaron, al final uno
siempre es el loco que está mal, y tan mal que la dueña me mandó a llamar para hablar
conmigo en relación a mi falta de ánimo.
A la semana de aquel
incidente el supuesto Ingeniero Químico organizó algo en la empresa, y la
dueña, por increíble que parezca, lo autorizó de muy buena gana: todos los
departamentos deberán de comer juntos al menos una vez a la semana para
convivir sana y alegremente. Primero pensé: Ok, tengo que comer con el gordito
que medio le mueve al google maps, no es tan malo, lo puedo superar. Luego
resultó que el departamento era no sólo ese wey sino también los otros dos
imbéciles.
El día llegó, fueron los de Planeación quienes propusieron:
ordenemos pizza. Como aquello era
inevitable dije que sí, total, y para escapar lo más posible me ofrecí a ir por
ella. Obviamente los tres preparadísimos ingenieros se rieron y dijeron que no,
que la pediríamos por teléfono para que la llevaran a la empresa, me resigné y
seguí trabajando.
De pronto vi a tres ingenieros tratando de ordenar una
pizza, en serio, primero de forma individual y al fracasar decidieron unir
fuerzas, lo intentaron por teléfono, computadora y celular, no exagero, de
verdad, simplemente no lograban ordenar una pizza, que si la dirección, que si
las referencias, que si esto o aquello, al final más de una pizzería les dijo
que no entraban a esa zona. El show duró casi una hora, yo me estaba aguantando
la risa, sus caras de impotencia eran
tremendas. ¿En serio nunca habían pedido una pizza? Los vi buscando números por
internet, los vi bajando apps, los vi suplicándole por teléfono al de la
pizzería, a todo eso era imposible no decirles: ánimo. Como al final ya no pude
soportar la comedia salí a fumar un cigarro para reírme a gusto y proveché para
ordenar la pizza por celular, regresé para seguir viendo aquella escena que de
tan estúpida era imposible de creer, cuando estaban comenzando a analizar la
opción de mejor ir por ella el poli de la entrada fue por mí para avisar que el
repartidor ya había llegado y antes de que pudiera pedirles su parte los tres
ya estaban saliendo para ver que fuera cierto.
No recuerdo una pizza como aquella, se tomaron hasta fotos,
cuando el Ingeniero Ánimo fue a preguntar qué tal había salido la actividad los
tres sonrieron, ninguno comentó nada, lo cual ayudo para que el ánimo agilizara
mi despido.
Esos tres ingenieros son los idiotas más tiernos con los que
he tenido que trabajar y con los que después de ese día llegue hasta convivir
sin tanto fastidio, al final la actividad del Ánimo no fue tan mala. Por
petición de los tres esa fue la única comida juntos, confieso que me hubiera
agradado otra.