"En Lima y en Asunción,
Madrid y en Barcelona,
Buenos Aires y New York
No hallaré socio mejor
Ni músico más persona
Ni escudero más jodón
Que… que don
Que… que don
Que don Panchito Varona
¡Que don Panchito Varona!
Buenos Aires y New York
No hallaré socio mejor
Ni músico más persona
Ni escudero más jodón
Que… que don
Que… que don
Que don Panchito Varona
¡Que don Panchito Varona!
Más de cien palabras, más de cien motivos
Para no cortarse de
un tajo las venas
Más de cien pupilas
donde vernos vivos
Más de cien
mentiras que valen la pena."
J.Sabina
Esta foto cumple hoy 3 años, y más allá de las letras, es lo
más cerca que voy a poder estar en esta vida no sólo del Maestro Sabina, sino
también de Cernuda, Vallejo, Prado, Aute, Serrat, y tantos otros. El concierto
fue un 2 de Noviembre, en Oaxaca, y fui porque Mario Soto (El Inge) me invitó
(también él tomó la foto), aquella fue una noche surrealista, no por
los muertos, sino por los vivos, la Cadenita de Carmen nunca estuvo tan a la altura de
Corre Dijo La Tortuga… Y si no
hubiese sido por la tía Colombiana aquella hubiera sido una noche de faldas. Un
mes y un día después, el 3 de diciembre, yo estaría en la TAPO, otra vez, por
tercera vez, con maletas y guitarra.
Era (o soy, no lo tengo muy claro) un perdedor. Tengo la
teoría de que las cucarachas que hay en el DF (CDMX para los manceristas –y
chinguen a su madre chaqueteros–) son las cucarachas que vienen de Oaxaca a
morirse aquí. Las cucarachas de Oaxaca son brillosas, vuelan y son rápidas, las
del DF son opacas, grises, no logran volar y en realidad son lentas. Tenía
meses de haber cumplido los 28 y ya sabía
en dónde quería morirme, en mi ciudad “invivible pero insustituible” Porque
las metas, los sueños, se reducían a un no
lo logré, ¿y a quién puede importarle más que a mí? Pero quería ser un fracasado
en el lugar que mejor me sentía, con la gente que sentía más cercana, ya no más
teatro, ya no más camaritas, encontrar un trabajo y escribir de vez en cuando,
era hora de ser realista. Realmente encontré dos, uno donde escaneaba planos y
otro donde se hacían anuncios espectaculares y fachadas, el segundo más jodido
que el primero, los otros: desde cantar en camiones hasta vender libros nadie
los contaría como trabajos. Hasta que un día terminé en una entrevista para dar
clases de teatro (otra vez) pero ahora en primaria (y con lo que me gustan los
duendes de dientes puntiagudos y uñitas afiladas), me quedé, curiosamente
saliendo de esa entrevista me enteraría que ese mismo día me iban a correr de
la empresa donde se hacían anuncios.
¿Y no que ya no ibas a hacer nada que tuviera que ver con el
teatro? Los duendes me dejaron ver (con su magia macabra) que no soy tan malo
en el oficio un día había elegido: Hacer mentiras escénicas y escritas. Además La Jefa me había enseñado cómo dar una
clase, y Alejandra Islas, en la Anahuac, a tener confianza en cómo darla, por
ella recuperé la seguridad.
Yo ya había decidido que moriría en el DF, con trabajitos y
escribiendo cosas que nadie leería, o que con suerte, como ha venido pasando,
sólo se publicarían en Argentina y España, nunca en México ¿derechos de autor? El
humor negro a su máxima expresión.
Hay gente que un día despierta y decide que
quiere casarse, o tener hijos, o aventarse del bungie, o en paracaídas, yo un
día desperté y decidí que a pesar de estar viejo me metería a estudiar:
pedagogía. No haría teatro pero intentaría formarme (académicamente ¡puag!) en el área que (curiosamente) me había
dado de comer más de una vez. Me quedé en la UPN.
Apenas entré en Agosto, dos días antes de cumplir 31, y jamás,
pero jamás, en serio jamás, hubiera imaginado que mi ridiculez de querer
estudiar a esta edad iba a cambiar tanto mi vida. Hay cosas que no me esperaba,
pero que supongo era lógico que pasaran, mi falta de sentido común me da
capacidad de asombro, lo malo es que uno se abruma muy fácil.
Estar empezando una carrera con más de treinta y contando no
está padre, parece que vivir al revés es una constante en mí. No sé hasta dónde llegue, espero acabar, en
realidad para ser un fracasado creo que no lo he hecho tan mal estos meses,
pero sino fuera porque más de uno, inesperadamente, me ha echado un cable yo no estaría
escribiendo esto.
Hace tres años estaba tomándome un tequila con un amigo
después de haber escuchado a Sabina cambiar la letra de Peces de Ciudad, con un boleto de ida y un final muy claro. Hoy
estoy en la Universidad Pedagógica Nacional (¡en su unidad central!), ni yo me
la acabo de creer, es una locura que me está y me va a costar, ya vi, algo más
que desveladas, de las mejores y peores cosas que pude haber hecho en estos
momentos. No hay certezas, sólo asombros, cosas que uno creía entender y de
pronto no se sabe qué pasa, ahora más que nunca puedo citar a Benedetti “resumiendo
estoy jodido y radiante quizá más lo primero que lo segundo y también
viceversa.” Sólo sé que me siento como no me sentía desde hace años, y que me
gusta (a pesar de no dormir como antes), veamos, en una semana o en cuatro años, en qué acaba este salto en
paracaídas, ojalá los dioses permitan que se abra cuando deba de abrirse. Sino,
igual, ya estoy licenciado en saltos mortales que terminan, ya sabe, dejando
todo salpicado.