El martes, por ahí de las dos y cacho
de la tarde, dos personas se subieron
casi en la esquina del Metrobus Dr. Gálvez, uno le puso la navaja al
chofer en la garganta: − ¡Cierra las puertas y avánzale cabrón! El otro, con la
pistola dentro de la chamarra fue el que habló:
− Yo
soy el líder de los dulceros de por aquí, mis muchachos me pagan para darles
protección, pero ayer una rata se subió aquí así como nosotros y balaceó a uno
de mis muchachos, ahorita está hospitalizado y no tengo para pagar todo, ni el
hospital ni el poli al que le pagamos cuota nos quieren hacer paro, así que si
no nos ayudan le van a ir a hacer compañía a mi muchacho.
El de la navaja le quitó
al chofer lo que llevaba en la marimba luego le pasó charola a los de enfrente,
el que habló empezó de atrás para adelante, y sin mencionar las manoseadas que
les dieron a las mujeres, sí, a los que no traían o no le daban dinero les
quitaron el celular.
El miércoles, como a las
tres de la tarde, antes de que el camión agarrara El Pedregal, se subieron
otros dos, el primero se fue hasta atrás y el que se quedó enfrente sacó la
pistola, un pasajero intentó bajarse y el del arma lo agarró para sentarlo de
un golpe en el pasillo.
− Todos cooperando y aquí nada
pasó.
Se bajaron antes de entrar a El
Pedregal.
Hoy una compañera de la
Universidad que vive por Barranca del Muerto estaba contando que ayer escuchó
los balazos del camión que iba enfrente de ella y alcanzó a ver cómo dos tipos
se bajaron corriendo, el tránsito se detuvo. Cuenta que todos los pasajeros
decían lo mismo:
− Lo mataron porque no traía nada para darles.
Que incluso después de
balearlo los rateros lo revisaron de pies a cabeza, y en efecto, no traía nada,
ni celular. Hoy la chica tenía miedo de regresar a su casa.
A otro compañero de la
Universidad, hace unas horas, sin temerla ni deberla, le balacearon su casa.
En febrero del 2017 me
encañonaron en pleno Periférico a las seis de la mañana porque el celular que
me estaban robando era “una chingadera” para el ratero. A finales del año a una
compañera la asaltaron justo enfrente del Colegio de México.
En los periódicos se habla
no ya sólo de asaltos, sino hasta de unidades de transporte público quemadas, y
de violaciones.
Las desapariciones
forzadas, el asesinato a periodistas y sociedad civil, el incremento de la
inseguridad a nivel nacional fueron realidades de la militarización que
Calderón impuso, nuestro actual Ejecutivo, con su acostumbrado cinismo, hace oficial, y con fanfarrias, la
continuación de la dictadura
−seguramente con playera
blanquiazul para jugar a la alternancia− aprobando la Ley de Seguridad
Interior. Mientras, la policía de la ahora CDMX brilla no sólo por su ausencia
sino por llevar la corrupción a niveles que quizá ni el Negro Durazo imaginó.
Si además de esmerarse en
privatizar la Ciudad y hacer gala de esa vanidad que abrumaría al mismo
Narciso, Miguel Ángel Mancera hubiera cuidado un poquito al extinto DF en vez de apuñalarlo la Ciudad no sería la
tragedia que es hoy.
Gracias a Mancera hasta el
más ateo, hoy por hoy, trae el Jesús en la boca mientras va por las calles de
esta Ciudad. Leer La Virgen de los
Sicarios en el transporte público de la mancerista CDMX supera por mucho el
miedo psicológico de haber leído Eso
de Stephen King y luego meterse a bañar o encarar a un payaso.
Da miedo ver que la
expareja sentimental de este hombre (con departamento de casi un millón de
dólares en Miami) quiere quedarse a cargo de la Ciudad que él masacró, sin
embargo, quien sea que llegue a gobernar lo que un día fue el DF se encontrará
un lugar hecho pedazos, reconstruirla parece más bien una tarea casi imposible.
Entregarla legalmente al
crimen organizado a través de las siguientes elecciones es quizá parte de las
esperanzas neoliberales de PRI, PAN y PRD, por ello, en estas votaciones el
chilango tendrá que renacer o aceptar que ya es otro Estado de México, una
ciudad más a merced del crimen organizado desde los partidos políticos que han
llevado al país a ser la piltrafa que es hoy.