7 de agosto de 2011

DIOS HIJO -Blasfemia-


I

La Creación era sólo un juego, quería jugar
y cuando Él quería algo no le importaba nada,
el precio era lo de menos, Él lo podía pagar todo.

Empezó por crear a alguien con quien fornicar.
Pasaron minutos para que Ella se diera cuenta de quién era Él,
le tuvo mucho miedo y le juró odio eterno.
Él la desterró para siempre.
Volvió a la Creación, pero esta vez estaba furioso
y la soberbia era mayor que de costumbre.

-          Ahora será alguien igual a mí; a mi imagen y semejanza.


Así fue, él se parecía físicamente a Él.
Pero él se aburrió y Él pensó que era bueno verlo fornicar,
así que creo a alguien muy parecido a Ella sólo que más sumisa.

El juego ya había empezado, pero era hora de hacerlo interesante.
Puso la sabiduría en medio de los dos y la condenó;
serian felices siempre y cuando no supiesen nada.

Eran obedientes y felices, pero eso no era divertido
así que Él tomó forma de serpiente y a ella la obligo a Saber,
luego ella pudo transmitir el conocimiento a él.

Los desterró y los condenó a ellos
y a toda su descendencia al hambre y al dolor.
Su descendencia fue inmediata,
se multiplicaron más rápido de lo que Él podía crear,
eso lo hizo feliz y fue más feliz
cuando empezó a ver que se mataban los unos a los otros,
que podían odiarse más allá de lo que había imaginado.

Vi mucha sangre derramarse en su nombre, y Él sólo reía,
sus carcajadas eran de quien vive ebrio de felicidad.
Para hacer más divertido el juego,
les dio el poder de Crear pequeñas cosas que al final fueran grandes,
como enfermedades que pasarían a ser incurables y guerras interminables.

II


Después de soportar milenios de crueldad, me revelé contra Él,
los Ángeles me apoyaron en un principio
pero cuando vieron que mi cabeza estaba a punto de caer me dieron la espalda.
Hubo siete traidores que jamás olvidaré.

Me desterró por creer en la paz y en la verdad.
Trató de matarme, pero tuvo miedo de hacerme más fuerte,
pues ni siquiera Él sabe a dónde va uno cuando se muere.

En menos de siete días construí un palacio lleno de luz y de calor.
A diferencia de cuando vivía con Él aquí jamás he sentido frío en el alma.
Hay veces que los mortales pasan por aquí, llegan con miedo,
pero después de hablar casi siempre simpatizamos
y ellos siguen su camino...

III


Era el hijo que yo había procreado con Ella.
Con la que Él había creado para fornicar y que luego desterró.
Nos encontramos un día sin nombre vagando por la eternidad,
nos miramos a los ojos y  amanecimos en la luna.

Una noche Él mando a siete Ángeles, los mismos que me traicionaron,
su misión: secuestrar a mi hijo.
Por más que luché no pude nada contra sus espadas.
mi única arma era un tridente... perdí  otra vez.

Desde el principio de la batalla me hirieron las alas,
sentí el filo del cielo hundirse en mis entrañas,
la sangre empezó a correr rápidamente.
Por más que traté sólo pude herir levemente
a los que se llaman Miguel y Rafael,
pero eso sólo sirvió para provocar más su ira. 

Derrotado, con mi tridente roto,
las alas fracturadas además de heridas y el cuerpo sangrándome
Gabriel tomó a mi hijo y escapó,
Mientras, los otros seis guardaban sus espadas
y me arrinconaban para darme una golpiza que jamás olvidaré.
Cuando desperté me vi lleno de sangre y el lecho de mi hijo estaba vacío.
Me di un baño para limpiarme las heridas;
el dolor ha disminuido poco a poco conforme han pasado los siglos,
pero hasta hoy mi cuerpo no ha dejado el color de la sangre.

Cuando me recuperé, fui a hablar con Él,
pero los Ángeles que resguardan su puerta no me dejaron entrar
e incluso amenazaron con repetir lo que ya habían hecho una vez conmigo,
sin embargo insistí.
Finalmente Él accedió a hablar.
Fue en el Salón, donde tiene su trono, donde juega a Crear
y donde siempre está protegido por los mismo siete malditos.

Dijo que sólo quería comunicarme sus planes.

-          Recordaras mi creación

-          ¿Cómo olvidarla? fue el principio de nuestras disputas.

-          Bien, necesito salvarla

-          ¿Salvarla? ¿De qué?

-          De ellos mismo. Y para eso necesito a tu hijo. Lo mandaré al mundo que yo creé. Irá en mi nombre, y lo haré crucificar.

-          ¿Qué es crucificar?

-          Sabía que lo preguntarías –jamás lo había visto sonreír así– Miguel, Gabriel,
           ¡Crucifíquenlo!

Sin darme cuenta en un abrir y cerrar de ojos
los don Ángeles me tenían bien sujeto,
mientras que otros tres cargaban dos maderos atravesados,
Rafael afilaba unas espadas muy pequeñas.
Me acostaron en las tablas y me clavaron a ellas...
otra vez mi cuerpo sangraba.
Miguel  levantó la Cruz,  me colocó ante  EL.

-          Así morirá tu hijo.

-          Hijo... perdónalo, no sabe lo que hace.

Perdí el conocimiento por tres días,
cuando desperté estaba envuelto entre sábanas.
Regresé a mi palacio caminando
y en al camino muchos Ángeles que aun me recordaban
se negaban a creer en mí y a reconocerme,
cuando llegué a casa por fin pude volar otra vez.

En cada mano tengo una cicatriz
que me duele hasta donde los hueso dejan de ser carne
y las llagas que tengo en los pies
me sangran cuando camino con todo el peso de la mortandad divina,
la sangre duele y me duele saber
que mi hijo también tendrá el mismo destino.
Pero me duele más saber que jamás sabrá quién soy yo
y pasará el resto de la eternidad creyéndose hijo de Dios.


No hay comentarios: