4 de agosto de 2011

HORA AJENA

Tenía una cita importante a las cinco en punto; me di un baño y terminé de arreglarme antes  de las tres y media; salí de mi casa alrededor de las cuatro y llegué a mi cita con poco más de quince minutos de anticipación. Toqué a la puerta y el portero salió a abrirme para reírse de mí enseñándome su reloj que marcaba casi las cinco y media, me cerró la puerta y me dijo:

-          A este tipo de citas uno tiene que ser puntual.


Descontrolado y resignado me di la vuelta; me senté en una banca gris y al mirar mi reloj la hora había desaparecido. Mi reloj no tenía números, ni rayitas, ni manecillas, ni nada. Era un circulo vació sujeto a mi muñeca. Comencé a caminar y sin darme cuenta terminé dentro de él.

Hasta el día de hoy sigo aquí atrapado, dando vueltas en un círculo que cambia de forma cada que la geometría quiere volverme loco. Y cuando miro hacia arriba me  veo sentado en la misma banca gris, llorando y maldiciendo a los dioses por bajar a la tierra aquel día y haber cambiado la hora del reloj. Sólo me queda resignarme y pensar que pudo ser peor si hubiera sido uno de arena. 

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