- Lo último que supe de ti, es que habías muerto. Lamento no poder decirte
más, pero seguramente podrás encontrarte en tu tumba.
Saqué papel y lápiz, tracé un croquis muy burdo pero entendí cómo llegar.
- Toca, sino abres pronto probablemente estés en el baño, espera a que salgas. Lleva saludos de mi parte, hace tiempo que no sé de ti.
- Con mucho gusto y gracias.
- No hay de qué, que tengas suerte, nunca fue fácil encontrarte.
Simplemente quería encontrarme una vez más, no venía por otra cosa, había abandonado Ningún Lugar para saludarme, platicar, desvelarme y reírme de todas las cosas absurdas, prosaicas y sin sentido: la vida, del hombre, el bien y el mal.
Cuando llegué al lugar que buscaba llamé y después de varios intentos, por fin salí.
- ¡Hola! Pasa, cierra la puerta.
- ¿Cómo has estado?
- Desde que morí todo ha mejorando. ¿Y tú?
- No puedo quejarme, además sabes que yo no puedo morir.
- Es una lástima. ¿Qué te parece mi tumba?
- Es acogedora.
- Ven vamos al patio, el jardín trasero me gusta mucho, siempre hay luna llena.
- Vamos. ¿Y... dime, no has pensado en resucitar?
- ¿Para qué? Además ahora que soy inmortal quien sabe como lo tomaría la gente.
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