QUEDARME ENTRE LUCES ETÉREAS y apagado,
esfumándome a cada soplo de oscuridad que el fuego me da,
asfixiarme por el vago respiro de un terminar que no empieza y que nunca será.
Encerrarme en ésta libertad tan estrecha, como el mar.
Quedarse en el escape eterno:
- La mudanza que lo lleva a donde no va,
las palabras que oye cuando sordo está
y las luces que sólo alumbran el día que no estará.
Morirse en la vida de esta agonía tan larga.
Tan suspicazmente hablando que todo silencio nos aturde
y toda pequeñez abruma al espantapájaros
que se columpiaba hasta el día de ayer que no llega,
en su jaula de oro hecha de plata.
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