7 de agosto de 2011

A L Q U I M I A -Ensayo Escénico-

gracias al Fantasma
por ser el Demiurgo de estas alas...



Gracias al Maestro Jesús Araujo Valle
por haber creído hasta el último día
Por enseñarme que el verdadero Teatro
más que texto y escena es una filosofía de vida.

¡Grande entre los Grandes Chucho Valle!
Yo sólo estaba leyendo el periódico y tú hiciste la Alquimia
No moriste Maestro
con tu mutis sólo regresaste allá de los aplausos.





PERSONAJES:

-       ALEJANDRO (VOZ)
-       AMELIA
-       ANA
-       VOZ



PRIMER  ACTO

Se desarrollará con el telón cerrado. La escena únicamente será ocupada por la Voz. También puede manejarse con un sujeto vestido totalmente de negro y sentado en proscenio desde donde dirá el parlamento, pero con el telón cerrado.

VOZ.- Normalmente te rogaría y te suplicaría que me quisieras, que me escribieras  y que simplemente me dieras una oportunidad, pero como tú no eres normal, sólo te diré: suerte y cuídate. Y mientras sigas envuelta en toda esta mierda, trata al menos de salvarte.  


Reserva el mundo para ti, resérvalo con mucha, mucha anticipación, y cuando por  fin estés en él... disfrútalo, vívelo, sálvate. No seas una más.

No cambies la alegría por nostalgia, no cambies la ilusión por realidad.

Sálvate; no derrames lágrimas que puedas comprar y no ofrezcas lluvia cuando la  puedas regalar. Que tus pies descalzos no te sangren y cerciórate que cuando camines sea por entre las aguas.

Ten cuidado de no estar muerta cuando seas sepultada. Sálvate y si al nadar sientes  humedad que te congela el cuerpo, es que has caído de las nubes. Guárdate del mundo, conserva el tuyo, recuerda el mío.

Cuando estés en guerra aprende a amar y no a matar, pues cuando ames aprenderás a morir para no llorar.

Te juro que el cielo no queda tan arriba como dicen, y de paso cuídate porque el  infierno no está tan abajo como crees. No vivas de fantasmas y no confíes en el  olvido, porque la memoria es tan traidora como el destino. Cuando aprendas a viajar en el tiempo ten cuidado de no quedarte en el pasado.

Si algún día comenzaras a  ver y te dieras cuenta de que los colores no son más que un invento, sálvate y sálvanos, cobija el amor y reserva la verdad, has de ellos lo  que creas conveniente. Porque si la mierda es poca cosa, mejor no hablemos de vida  y ni siquiera pensemos en el hombre.

Cuídate, tu que puedes sálvate...
(OBSCURO)


SEGUNDO  ACTO


ALEJANDRO.- El ciclo de la vida: nacer, pudrirse, reproducirse y morir; todo a un tiempo. Solos llegamos, llorando vivimos, muriendo nos vamos. 

AMELIA.- Adán estaba hecho, Eva había sido creada, y los títeres estaban listos  para comenzar a manipularse.

ALEJANDRO.- A su imagen y semejanza.

AMELIA.- Nadie nos hizo así.

ALEJANDRO.- Claro que no.

AMELIA.- Solamente nos crearon así.

ALEJANDRO Y AMELIA.-  EL nos creó así.

ALEJANDRO.- A su imagen y semejanza.

AMELIA.- No nos crean, nos hacen.

ALEJANDRO.- Así nos educan, así nos adiestran, así nos doman.

AMELIA.- Una de las tantas verdades eternas.

ALEJANDRO.- ¡Jah! ¿Qué sabe el hombre de verdades eternas?

AMELIA.- ¿Qué sabes tú de simples verdades Alejandro? No pidas que los demás vuelen cuando tú apenas aprendes a gatear.

ALEJANDRO.- Sólo sé que volar es algo que tú no haces muy bien Amelia.

AMELIA.- No me cambies el tema como es tu costumbre.

ALEJANDRO.- Entonces, sólo te diré que la verdad no existe

AMELIA.- ¿Y la mentira?

ALEJANDRO.- Tampoco; ambas son sólo un invento del hombre, o en casos más  solemnes, una es la ausencia de la otra.

AMELIA.- Es increíble que un invento te lastime tanto ¿no?

ALEJANDRO.- Dímelo a mí. Pero bueno, pensándolo bien, quizá si hay una verdad, única y absoluta.

AMELIA.- ¿Y esa cuál es?

ALEJANDRO.- La Muerte.

ANA.- (quien entra momentos antes a escena) Sería bueno que dejaras de hablar de  muerte por lo menos un minuto.

ALEJANDRO.- ¿Tú has dejado de respirar un minuto?

AMELIA.- Ana tiene razón, sería bueno que te olvidaras de todas esas metáforas melancólicas que te inventas.

ALEJANDRO.- Sería bueno que tú dejaras de matarme Amelia.

ANA.- No empiecen por favor.

ALEJANDRO.- No te preocupes, no puedes dar inicio al limbo, ni a la oscuridad, tampoco al principio mismo

ANA.- Eso es lo que más me preocupa cuando los veo juntos.

ALEJANDRO.- ¿Tú, has llorado por alguien Ana?

ANA.- No empieces Alejandro

ALEJANDRO.- No, enserio, tú has llorado por alguien, o mejor aún, has matado a alguien.

ANA.- No Alejandro, no, sólo me han matado.

AMELIA.- ¿Quién Ana?

ANA.- La misma sombra que a ti Amelia.

AMELIA.- Pero que no lo sepa.

ANA.- Sino, sólo seriamos flores de día que se agregan a su invernadero.

ALEJANDRO.- ¿Saben qué es lo fabuloso de las aves de paso?

AMELIA.- ¿Qué abren sus alas más que las musas?

ALEJANDRO.- No, lo que las hace mágicas es que jamás preguntan si las quieres.

ANA Y AMELIA.- ¡Eres un maldito!

ALEJANDRO.- ¿Qué? ¿Qué dije?

AMELIA.- Vamos Ana dejemos que se espine entre sus rosales de muerte (haciendo medio mutis)

ALEJANDRO.- No, esperen, no se vayan, no me dejen.

ANA.- No sé que me deprime más, si verte hablar de muerte o verte vivir tu soledad.

ALEJANDRO.- Genial, lo que me faltaba, alguien que me tenga lástima.

AMELIA.- No, no te aflijas, que nadie aquí te tiene lástima.

ALEJANDRO.- Seguro...

ANA.- No te pongas en ese plan, además tú empezaste con todo esto.

AMELIA.- Ana tiene razón Alejandro.

ALEJANDRO.- Y tú seguiste el juego ¿verdad Amelia?

ANA.- El juego de la Vida...

ALEJANDRO.- De la Muerte.

AMELIA.-Del Amor...

ALEJANDRO.- ¿Recuerdan cuando éramos chicos?

AMELIA.- Sí, fue una época genial; principalmente porque no te conocía  Alejandro.

ALEJANDRO.- Pero el destino suele ser un maricón.

AMELIA.- El destino no existe y  tú lo sabes.

ALEJANDRO.- Sólo sé que...

ANA.- Se acuerdan de cómo jugábamos  a los cinco años

AMELIA.- Si, como olvidarlo.

ANA.- Las escondidillas.

AMELIA.- Las traes.

ANA.- Mi favorito era: A la víbora, víbora de la mar.

AMELIA.- El mío también.

ALEJANDRO.-  A la víbora, víbora de la mar, ¿A qué  víbora  amar...?

AMELIA.- Ya se,  juguemos.

ANA.- Si, pero no a la víbora

ALEJANDRO.- Me parece perfecto, vengan hagamos un circulo.

AMELIA.- ¿Así?

ALEJANDRO.- Ahora empiecen a girar hacia la derecha, yo canto. Jugaremos a la  vida mientras la muerte no está aquí.

AMELIA Y ANA.- ¿Muerte estas ahí?

VOZ.- Me estoy masturbando. (todos salen  de escena desconcertados  pues  ignoran  de  donde  proviene la Voz. Alejandro y Ana hacen mutis por el mismo lado, Amelia por el lado contrario)  

(OBSCURO.)



  
TERCER  ACTO

Se desarrollara igual que el Primer Acto.

VOZ.- Juguemos... a que somos humano. Juguemos a pisar la tierra, tierra donde al fin y al cabo moriremos. Juguemos a llorar y a sentir... ¿qué es sentir? Simplemente juguemos... juguemos a que somos humanos.

Pero... ¿Por qué jugar a que somos humanos? Esto me parece inhumano, después de todo ¿porqué creeríamos que lo somos?

Mejor juguemos algo menos degenerado, juguemos a que somos libres, que  podemos volar... ¡Ya sé! Juguemos a ser inmunes, incluso seremos inmunes al  alquimista perfecto, al alquimista llamado dolor, en este juego les aseguro no lo  sentiremos, y no amaremos, porque amor y dolor son la fusión perfecta.

El amor, es un juego de mortales, un juego contra el que no hay vacuna y mucho menos cura, un juego en el que todos caen alguna vez; por desgracia es sólo eso, un triste, estúpido y sucio juego.

La idea de jugar a estas alturas no me parece muy buena, después de todo fue así  como me rompí el brazo, fue así como me lastimé la  pierna y pensándolo un poco  no quiero que sea así como me lastime o rompa  algo llamado corazón.


(OBSCURO.)


  
CUARTO  ACTO


ALEJANDRO.- Hace tiempo que no para de llover.

ANA.- Para ti nunca parará de llover Alejandro.

ALEJANDRO.-  ¿Y para ti?

ANA.- Déjate de preguntas sabidas y mejor dime porqué estamos aquí.

ALEJANDRO.- Debe ser por algo malo, siempre es por algo malo.

ANA.- Eso es seguro, nunca se acuerdan de nosotros si no es por una tragedia. Lo  que digo es, porque razón en específico estamos aquí

ALEJANDRO.- Eso tampoco lo sé; pero Amelia ya lo estará investigando.

ANA.- Espero que se dé prisa, estoy algo cansada.

ALEJANDRO.- ¡Cansada! ¿Qué no te bastaron todos estos años que estuviste durmiendo?

ANA.- Te diré que hubieran sido geniales, si cierto idiota no se levantara a llorar y  a escribir, además de decir nombrecitos entre  labios en plena madrugada.

ALEJANDRO.- (bastante serio) Cállate...

ANA.- (en tono de burla) Amelia, Amelia, porqué no me quieres ¿por qué?

ALEJANDRO.- (más serio) Cállate...
ANA.- (continua el tono de burla) Yo te amo, te adoro, sólo me utilizaste, Amelia...

ALEJANDRO.- (ya  enojado) ¡Que te calles con un carajo!

ANA.- Esta bien, no es para que te enojes, después de todo tú preguntaste si había  dormido bien ¿o no?

AMELIA.- (que ha entrado desde que Ana comenzó la burla, pero se quedo al extremo del escenario, callada, sin que se percataran de su presencia) Así que eras tú el que trazaba líneas con la luz del cigarro cada noche Alejandro.

ALEJANDRO.-  ¿Ya estarás conforme Ana?

ANA.- Yo no quería que ella se...

ALEJANDRO.- Y qué otro idiota conoces que pueda pasarse la noche en vela besando tu nombre Amelia.

AMELIA.- La verdad pensé que era algún ego perdido entre las llanuras del  corazón o algún fantasma.

ANA.- Los fantasmas no existen Amelia.

ALEJANDRO.-  En eso te equivocas Ana, los fantasmas sí existen, al igual que tu, que  yo y que ella.

ANA.- Los fantasmas son sólo un invento del hombre.

ALEJANDRO.- Sobrada razón para confirmar su existencia.

AMELIA.- Como siempre, saliéndote por la tangente, luego discutiremos esto con  más calma Alejandro. Por el momento debo informarles que ya averigüé porque  estamos aquí.

ANA.- ¡Vaya! Al fin, ya era hora, dime qué tenemos que hacer.

AMELIA.- Nada que no hayamos hecho antes: Salvar al mundo como es costumbre, supongo (En este dialogo Amelia saca un sobre cerrado a  espaldas  de  Alejandro, inmediatamente lo vuelve a guardar. Alejandro no debe de verlo sino hasta el final del acto.)

ALEJANDRO.- A veces la rutina de salvar a estos sujetos es frustrante.

ANA.- ¿Por qué lo dices?

AMELIA.- No le hagas caso Ana, ya lo conoces, tan ególatra como siempre.

ANA.- A veces no entiendo qué cosa es el hombre.

AMELIA.- El hombre es un mortal condenado a morir por causas sobre las que él  no tiene control, el hombre  es...

ALEJANDRO.- El hombre es un pendejo y punto.

AMELIA.- Alejandro no hables así de ellos

ALEJANDRO.- Mira Ana, el hombre es el condenado a vivir y a sueldo de la  muerte.

AMELIA.- Estarás de acuerdo Alejandro en que es la especie animal más rara que  conocemos.

ALEJANDRO.- Somos parte de ella, tiene que serlo.

ANA.- ¿Rara?

ALEJANDRO.- No te confundas Ana, la rareza es generalmente un don del que  muchos repelan, pero que  muchos envidian y por lo tanto critican.

AMELIA.- Hasta el punto de hacerlo grotesco. Claro que hay de rarezas a  rarezas.

ALEJANDRO.- Muy graciosa Amelia, muy graciosa. Mira Ana, observa por el ojo de la cerradura...

AMELIA.- Se llaman ojos Alejandro.

ALEJANDRO.- Como sea, observa y dime que ves.

ANA.- (puede ir a  proscenio o hacia una  pierna) Son unas cositas que  tienen dos patas, dos extremidades y bueno, algo así como cabeza ¡Se parecen  tanto a nosotros!

ALEJANDRO.- Pues eso es el hombre.

ANA.- Desde aquí son muy pequeños.

AMELIA.- No Ana, no son tan pequeños como se ven.

ALEJANDRO.- Aunque tampoco tan grandes como ellos piensan.

ANA.- ¿Y en que piensan?

AMELIA.- Generalmente los que son hombres siempre están pensando en: sexo- fútbol, sexo-nachos, sexo-televisión, sexo-películas de acción, sexo... ¿Mencione que piensan en sexo frecuentemente?

ALEJANDRO.- Y cuando no se encuentran fornicando, están en guerras, o matando gente inocente, o vendiendo droga o matándonos.

AMELIA.- ¿Entonces ya sabes porque estamos aquí Alejandro?

ALEJANDRO.- No ¿Se supone que debería saberlo?

AMELIA.- No precisamente, pero como te vemos leyendo tanto y filosofando tus  tonterías, pensé que sabrías qué significa esto antes que yo (le muestra el sobre)

ALEJANDRO.- (alarmado) ¿Quién te dio ese sobre?

AMELIA.- Los dioses que siempre nos dicen que tenemos que salvar al  mundo y de qué manera hacerlo

ANA.- ¿Sucede algo Alejandro?

ALEJANDRO.- Sólo me adelanto a los hechos como es mi costumbre. Dame el sobre Amelia quiero leerlo

AMELIA.- Ten, aunque podrías pedirlo de mejor manera.

ALEJANDRO.- (se sienta para abrirlo y leer la carta,  instantes después se levanta furioso y confundido)  ¡Maldito sea el destino! Ya todo estaba escrito. ¿Y así quieres que deje de hablar de muerte Ana?
(OBSCURO.)


QUINTO  ACTO

Igual que el Tercer Acto y el Primero.

VOZ.- Estuve en el limbo porque quería conocer el olvido... porque quería resucitar. Para aprender a respirar y a vivir y a amar. Para que así al estrechar la mano de  Satán, quitarme el claro oscuro que cubría mis ojos y descubrir tristemente que no fui más que la traducción que nunca se interpretó.

(OBSCURO.)


SEXTO  ACTO

AMELIA.- ¿Lo has encontrado Ana?

ANA.- No, es inútil, no lo he visto por ningún lado

AMELIA.- Ya lleva más de tres días desaparecido.

ANA.- Probablemente estará en el limbo.

AMELIA.- Lo querré  mucho pero yo ahí no voy a buscarlo.

ANA.- ¿Realmente lo quieres Amelia?

ALEJANDRO.- (que  entra  para  interrumpir  la  respuesta)  No tienes que responder a esa pregunta Amelia. Y no te preocupes, no estaba en el limbo.

ANA.- ¿Entonces dónde estabas? Te estuvimos buscando por todos lados, incluso  salimos a velocidad de ensueños a buscarte en las galaxias más cercanas y no  encontramos ni huella de ti.

ALEJANDRO.- No tenían por qué buscarme y menos tomarse la molestia de ir tan  lejos; qué bueno que no tienes las agallas de ir al limbo Amelia, no hubiera tenido  caso.

AMELIA.- Entonces podrías decirnos ¿dónde estabas?

ALEJANDRO.- Eso a ti no te importa.

ANA.- Al menos  tienes algo que nos importa a los tres.

ALEJANDRO.- En eso tienes razón Ana.

AMELIA.- ¿Y qué esperas? Anda dinos ¿Porqué te fuiste así sin decirnos nada? ¿Qué tiene ese papel qué te hizo huir por tres días? ¿Qué?

ALEJANDRO.- Estuve navegando entre letras.

ANA.- ¿Otra vez estuviste leyendo? Habías jurado que jamás volverías a hacerlo.

AMELIA.- No es bueno que leas Alejandro, no es bueno que entres en esos arrebatos. Luego te inventas cosas que te hacen daño.

ALEJANDRO.- Si, si es cierto, luego uno se inventa cosas que le hacen daño a uno  mismo, ya ves... él ha muerto (enseña la carta a sus dos compañeras)

ANA.- (histérica) ¡Estás loco, tú estás loco, él no puede estar  muerto!

AMELIA.- (bastante  nerviosa  e incrédula) No le hagas caso Ana, sólo es una de sus  malditas bromas ¿Estás jugando verdad Alejandro?

ALEJANDRO.- Esa es la verdad, ustedes si quieren me creen o no, además aquí  está la carta que lo dice todo, o al menos parte del todo (extiende la carta)

AMELIA.- Trae aquí (le arrebata la carta y comienza a  leerla)

ANA.- ¿Qué dice Amelia, qué es lo que sucede, de verdad él ha muerto? (Amelia  sólo  le  extiende  la  carta  y  Ana  la  toma  para  comenzar  a  leer) No, esto  no es cierto, es una  broma, una equivocación, él  no... Todo esto es tu culpa Alejandro, tu culpa, si no hablaras tanto de muerte esto no le hubiera pasado (suelta el llanto y sale de escena dejando a  Amelia y a Alejandro solos)

ALEJANDRO.- No lo tomó muy bien...

AMELIA.- Y cómo querías que lo tomara, después de todo tú huiste tres días.

ALEJANDRO.- Ella no hará eso, no es tan cobarde como yo.

AMELIA.- No entiendo todo esto, él no puede morir. Quizás esta es una  equivocación de los dioses.

ALEJANDRO.- Aunque así lo fuera, nada podemos  hacer, el que  los dioses  cometan  errores  no implica que los acepten, mucho menos que los afronten.

AMELIA.- ¿Y ahora qué? ¿Moriremos también?

ALEJANDRO.- No Amelia, es seguro que no.

AMELIA.- ¿Entonces qué pasará?

ALEJANDRO.- Seguramente los dioses ya están en desamparo de nosotros, es  mejor así, lo mejor será salir a probar suerte al universo.

AMELIA.- ¿Nosotros? solos...

ALEJANDRO.- No Amelia, esta vez no habrá nosotros, será mejor que empaques tus  sueños y emprendas el viaje, de preferencia lleva también tu armadura más no las máscaras.

AMELIA.- ¿Y Ana, y los egos, y las ilusiones, y tú y yo?

ALEJANDRO.- Basta de charla social, será mejor emprender el viaje de una buena  vez.

AMELIA.- No señor, no saldrás de aquí hasta que  acabe contigo, me debes muchas  explicaciones.

ALEJANDRO.- Y tú me debes un corazón, pongamos que estamos a mano.

AMELIA.- Tú no sabes qué es el amor Alejandro.

ALEJANDRO.- Te amo Amelia y lo sabes, pero ahora no tiene mucho sentido el que lo sepas o no.

AMELIA.- Si me amaras me explicarías todo lo que te hemos estado preguntado, si  me amaras dejarías de mencionar tanto a la muerte, si me amaras no te marcharías  dejando todo esto solo, si me amaras dejarías de querer explicarte las cosas y  simplemente las vivirías.

ALEJANDRO.- El amor es sólo una conceptualización, un juego y una muerte más. Cuídate porque de una u otra manera nos volveremos a encontrar.

AMELIA.- O sea que... ¿De  verdad  te  vas? ¿Así, sin  más  ni  más?

ALEJANDRO.- Lo dicho, dicho esta. Despídeme de Ana y cuídense mucho, mátense entre letras y ríanse entre sombras, porque ahora tendremos que luchar  tarde o temprano contra los alquimistas más fuertes de todo el universo.

AMELIA.- ¿Y esos cuáles son?

ALEJANDRO.- El Amor, La Muerte y El Olvido.

AMELIA.- Conozco al primero.

ANA.- (entrando a escena) Me gustaría que te despidieras personalmente Alejandro.

ALEJANDRO.- Al menos creo que tú ya lo entendiste.

ANA.- Sólo respóndenos una última pregunta.

ALEJANDRO.- ¿Cuál?

AMELIA y ANA.- ¿Cuándo  moriremos?

ALEJANDRO.- Cuando el hombre ya no nos necesite, entonces moriremos.    

TELÓN

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