ESTOY SUSPENDIDO en un punto del espacio totalmente heterodoxo,
en una región superfluamente biliar y cóncava,
llena de incertidumbres momentáneamente eternas,
en un valle de gemidos perentorios
de aullidos glaciales que claman la salvación del verso extinto
en la divinidad profana del bien y el mal.
En la memoria de un gigante descerebrado, en la agonía de Dios,
en los latidos de este corazón podrido
decorado con una daga de espinas.
Estoy seco, pero sigo llorando la sangre que derrama esta herida
que se niega a cicatrizar.
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